martes, enero 27, 2015

Vida de atleta moderno

Vive como si todo fuera un entrenamiento para una competición olímpica. Como si la vida tuviera una cita clave con la eternidad. Como uno de esos spots que anuncian con sobredosis de épica un evento deportivo de máxima audiencia, que habrá una final, un momento que marcará un hito. Vive como si la vida fuera a sucederse, a examinarse, en un momento preciso, en una especie de partido único. Se entrena. Su vida es un permanente entrenamiento para preparase para ese evento. Se mide, se cronometra, se examina. La vida como series de quinientos metros para bajar una marca que le resulta casi inalcanzable. Se esfuerza y se esfuerza hasta el sobresfuerzo en pos de esa victoria, de esa imagen en la que alza los brazos victorioso, de ese momento en el que entonces, por fin, su vida merece la pena. Concentrar la vida a un encuentro, a una disputa con el tiempo, con esa imagen extraña y psicodélica de fondo que existe del éxito. El éxito como el concertado absoluto de la felicidad, la esencia total del sentido de la vida. Un instante allí, delante. Una cita única, irrepetible, sin revanchas ni segundas oportunidades. Todo allí, delante. Y aquí entrenándose para llegar, para estar en las mejores condiciones. Vivir entrenándose de acuerdo a un plan preestablecido, de acuerdo a un cronograma definido, con los pasos identificados: una hoja de ruta. Todo allí, en ese instante total. Todo allí, aquí el boceto, el ensayo, el ponerse a punto. Entrenar para llegar, para ganar, para alcanzar el éxito, para lograr la felicidad. Todo allí, aquí nada.

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